lunes, 23 de julio de 2007

En Defensa de las chimeneas.

Nota publicada en Julio de 2007 por Diario El Telégrafo de Paysandú (Uruguay)

Por Arq. Rubens Stagno.


¿Contaminación visual u orgullo nacional?

Los hombres contemporáneos a una época nos han transmitido visiones contrapuestas de los hechos que les ha tocado vivir. Algunas han sido imágenes sombrías y pesimistas, en tanto otras rosadas y optimistas. El análisis, con suficiente perspectiva histórica, permite ubicarlos con juicios de valor objetivos.
Por 1800 se van perfilando en Inglaterra profundos cambios en los sistemas de producción, que se influyen mutuamente con el incremento de la población y se extienden luego hacia distintos países. La historia ha denominado al período como «Revolución Industrial». Que contribuyó a resolver, entre otras necesidades, la alimentación y la vestimenta para miles de seres humanos, derivadas de esa explosión demográfica.

Inglaterra: Movimiento para destrozar las máquinas

Los nuevos instrumentos de producción fueron las máquinas. Por lo general funcionaban a vapor y ante su aparición los trabajadores textiles de Gran Bretaña organizaron un movimiento para destrozarlas, pues pensaban que les iban a privar de su medio de vida y, por ende, de su sustento.
El movimiento que se conoció como «ludismo», por el nombre de su líder (Ned Ludd), no tenía ningún programa específico de reforma política o en pro de condiciones de vida más humanas, como sí tuvieron otros movimientos que las reivindicaron, con justicia, en el transcurso del siglo XIX.
Uno de los principales historiadores contemporáneos, Eric Hobsbawm, ha expresado que «la Revolución Industrial señala la transformación más fundamental experimentada por la vida humana en la historia del mundo registrada en documentos escritos». Y ha quedado demostrado que la máquina es una herramienta que puede ser usada para liberar al hombre y lograr su felicidad al simplificar sus esfuerzos.

Transformación del paisaje natural

A partir de esa época comienza también a modificarse el paisaje natural. La población pasa a vivir en grandes conglomerados urbanos y surgen así nuevos programas edilicios: grandes espacios cubiertos, las fábricas que albergan las máquinas y sus instalaciones conexas y los almacenes que contienen los productos manufacturados. También son nuevos los componentes del sistema circulatorio: puertos, puentes y estaciones de ferrocarril.
En tanto, el hacinamiento y la falta de higiene en los barrios obreros, además de otros aspectos negativos del hábitat de las clases trabajadoras, llevaron a plantea- mientos teóricos acerca de cómo debería ser la ciudad del futuro. Interrogantes a las que dieron respuesta investigadores de distintas disciplinas.
Podríamos sostener que las chimeneas fueron uno de los elementos físicos destacados que caracterizaron el paisaje urbano de esa época de la Revolución Industrial, que también llegó hasta nuestras latitudes. Sin embargo, en un principio se pretendió disimularlas y a tal efecto fueron recubiertas por un ropaje formal decorativo, basado en estilos del pasado. Es que a las nuevas construcciones que estaban naciendo producto de los avances técnicos y basadas en el uso del hierro, el acero y el vidrio, no se las concebía en su desnudez estructural y funcional.

París: Protestas contra la Torre Eiffel

Cuando Eiffel propuso construir la hoy célebre torre en el casco urbano de París, los escritores, pintores, escultores y arquitectos de la época protestaron duramente, entremezclando conceptos despectivos hacia las chimeneas: «Nosotros, apasionados amantes de la belleza de París, protestamos enérgicamente contra la erección, en pleno corazón de nuestra capital, de la inútil y monstruosa torre Eiffel. Es necesario, para poderse dar cuenta de lo que se prepara, figurarse por un instante una torre vertiginosa y ridícula que domine París como una gigantesca y oscura chimenea de fábrica». Pero en 1889, cuando se terminó e inauguró, muchas de aquellas reacciones contrarias se volvieron favorables.
¿Quién duda hoy de que «la sombra de la odiosa columna de hierro remachado», como se la calificó, resulta inseparable de la imagen urbana parisina y motivo de orgullo, como expresión y alarde de la alta tecnología que nacía, símbolo de las potencialidades de la época y de la nueva dimensión productiva? Tanto, que justo en estos días ha sido propuesta como una de las nuevas siete maravillas del mundo.

La revolución industrial en nuestras costas

El ritmo acelerado de desarrollo que se estaba verificando al otro lado del Atlántico tuvo su eco en las políticas económicas, de inversión de capital y libre comercio que se dieron en el Río de la Plata a partir de mediados del siglo XIX. El bajo río Uruguay no estuvo al margen de esa experiencia histórica.
Dice Don Esteban Campal: «... cuando aún no se habían acallado del todo los bombardeos de Tamandaré, ya estuvieron arribando a las desoladas playas de la Heroica, con las bodegas repletas, perezosos veleros de varios palos y jadeantes vapores de una sola y delgada chimenea».
Sirvieron a un fuerte volumen de intercambio de mercaderías, ya que en estas costas, se sostiene, se desarrolló la industria de la carne más importante del mundo. Cuando el departamento aún incluía a Río Negro, había al menos 7 grandes saladeros. Y desde la Aduana de Paysandú se centralizaban los despachos para atender sus exportaciones. Esta gran actividad saladeril atrajo capitales y fue motivo de la fuerte corriente de inmigrantes europeos que crearon riqueza y construyeron ciudades.
La construccion de muelles para sacar la producción, almacenes donde se concentraban los frutos del país y el silbato de las humeantes locomotoras a vapor le dieron al paisaje una conformación diferente. Y fueron las chimeneas las que permanecieron en pie, a modo de testigos mudos. Grandes mojones que indican, en ambas orillas del río Uruguay, los vestigios de una época .
El año pasado Fray Bentos conmemoró con júbilo los 100 años de la chimenea del Saladero Liebig, empresa que supo incorporar conocimiento y valor agregado a la incipiente industria de la carne, haciendo famosos en el mundo sus productos extracto de carne y corned beef.
Aquella construcción (hoy convertido en un museo de la Revolución Industrial digno de visitar), que originalmente tenía 45 metros de alto, formaba parte del complejo de la salida natural de gases de las 4 calderas «Stirtling», inglesas, que producían el vapor necesario para diferentes procesos de la fábrica y funcionaban a carbón de coke.

Chimeneas: nuestro motivo de orgullo

De mayor antigüedad aún es la chimenea del Saladero Santa María, en Nuevo Paysandú, que con sus más de 30 metros de altura está ahí, como un indicador para el navegante, para quien transita por el majestuoso puente «Gral. Artigas» o quien pasea por el paisaje agreste que ofrece la costanera Norte.
El siglo XX nos deparó un capítulo más avanzado de esa Revolución Industrial de escala litoraleña, cuando también a mediados de siglo Paysandú se convirtió en un polo de desarrollo agroindustrial, en lo que se denominó el «Paymilagro».
Paysandú se descubrió a sí mismo y ofreció, a la incorporación de capital y nuevas técnicas, su propio capital, constituido por centenares de técnicos y trabajadores altamente calificados, junto a los ciudadanos que lideraron con pasión la creación de riqueza.
Las grandes estructuras fabriles -algunas hoy vigentes, otras desgraciadamente desmanteladas- también dejaron mojones en el paisaje natural y urbano. Un ejemplo es la toma de agua de Norteña, recientemente iluminada, y otras varias chimeneas que son nuestro orgullo de sanduceros.
Hay historias que enseñan, como las relatadas, y de las cuales se pueden extraer conclusiones para el presente y el futuro. No sería objetivo ver color de rosa todo nuevo proceso industrial, ni sostener que afectan al medio ambiente con contaminación cero. Pero las garantías están dadas cuando el Estado y la sociedad lo somete a estudios antes de autorizarlos y después a monitoreos permanentes una vez ejecutados. Como se hace hoy día, de acuerdo a leyes nacionales que han significado un notorio avance en el control de la contaminación, ya sea por efluentes líquidos emanaciones de gases u otras.
Los términos despectivos con que fueron calificadas las chimeneas se traducen ahora en un nueva hipótesis: la de la «contaminación visual».
Es lo que se ha sostenido recientemente, con motivo de la construcción de una chimenea que es parte de un complejo industrial que producirá pasta de celulosa, ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Fray Bentos y a 12 de la margen argentina del río Uruguay. (Aunque justo es decir que desde esa ubicación lejana solo se percibe en pequeña dimensión el perfil de la futura fábrica).
La arquitectura moderna, la que se enseñó en las facultades de esa rama en ambas márgenes, produjo notables obras de arquitectura industrial, como por ejemplo la Planta de Ancap en Nuevo Paysandú. Los componentes funcionales y arquitectónicos de esos nuevos programas, entre ellos las chimeneas, son y serán hechos fisicos-espaciales, fiel reflejo de la vida, el trabajo y el progreso de los pueblos. Testigos de una época capaces de «contaminar» de orgullo por el legado del pasado y de empuje a las presentes y futuras generaciones.

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